Mareta: el esquivo origen de una voz importada
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El Parque de la Mareta en 2016. Esta zona de juegos infantiles fue construida sobre el emplazamiento de la antigua Gran Mareta de Teguise, Lanzarote (fuente: PROYECTO TARHA).
El español que hablamos en las Islas Canarias debe su excepcional riqueza no solo a las aportaciones de los distintos idiomas que lo configuran –fundamentalmente castellano, portugués, francés, y, diferenciadoramente, tamazight insular– sino también a la acción preservadora que el aislamiento geográfico ha otorgado al Archipiélago durante siglos, desgraciadamente puesta en peligro en tiempos relativamente recientes por un fenómeno que, en personal opinión, tendemos a interpretar como el resultado de un afán de reconocimiento y modernidad mal entendidos.
Precisamente dicha conservación ha permitido la supervivencia de numerosos arcaísmos desaparecidos, sea total o parcialmente, de sus idiomas originales y, como muestra, hoy queremos ofrecerles un modesto y breve estudio de un vocablo muy ligado al ámbito de la agricultura y la sociedad isleñas. Nos referimos a la palabra «mareta».