La muerte de Guillén Peraza

Los posibles restos de Guillén Peraza, marcados con el número 4, descubiertos durante la excavación arqueológica dirigida por los profesores Bertila Galván Santos y Juan Francisco Navarrro Mederos realizada en la iglesia de la Asunción, San Sebastián de La Gomera (fuente: PÉREZ (2005), p. 294).

Entre los años 1979 y 1980, un equipo de arqueólogos dirigidos por los profesores Bertila Galván Santos y Juan Francisco Navarro Mederos ejecutó una excavación de urgencia en la iglesia de la Asunción (San Sebastián de La Gomera), edificio que iba a ser sometido a una importante reforma. En el nivel más profundo de los enterramientos situados en la antigua Capilla Mayor, debajo de los restos de otros difuntos, los expertos descubrieron el esqueleto de un varón joven que presentaba una fractura lateral de cráneo y que descansaba en una orientación oblicua respecto a la de la nave del templo. La presencia de una «blanca» –moneda castellana acuñada durante el reinado de Enrique IV– en un nivel inmediatamente superior al de los restos permitió datar el enterramiento como anterior a 1471. Fragmentos de azulejos andaluces y escombros de piedra y barro permitieron aventurar la existencia de una antigua ermita, orientada de manera diferente a la actual iglesia, lo que explicaría la inusual posición del cadáver.[1]NAVARRO (1984), pp. 588-590, 593-594.

Aún sin contar con las modernas técnicas de identificación genética, las evidencias sugerían un nombre de manera casi incontestable: aquel joven debía tratarse de Guillén Peraza, único hijo varón legítimo de Fernán Peraza «el Viejo».

El 28 de junio de 1445, Fernán Peraza logró reunificar el fragmentado señorío de las islas de Canaria en su persona, tras permutar una finca olivarera situada en la localidad sevillana de Huévar, que había pertenecido a su difunta esposa, por los derechos que Guillén de las Casas, hermano de su suegro, poseía sobre el feudo canario. Los dos hijos legítimos del nuevo señor, Guillén Peraza e Inés de las Casas –la futura doña Inés Peraza, última titular del señorío–, aún siendo los herederos de la hacienda sevillana por vía materna, no tuvieron otra opción que consentir en el trueque de la propiedad al ser menores de edad y estar sujetos a la patria potestad:

Y porque vos, el dicho Guillén de las Casas, os teméis y receláis que porque nosotros, los dichos Guillén Peraza e Inés de las Casas, su hermana, somos mayores de catorce años y menores de veinticinco años, que nosotros o alguno de nosotros, así hecho y otorgado el dicho contrato, reclamaremos y alegaremos ser lapsos, engañados y damnificados en la dicha permutación y trueque y cambio, y en el dicho contrato que de ello habemos de hacer y otorgar, y que reclamaremos y alegaremos la dicha memoria y que seamos restituidos a nuestro derecho, por ende, nosotros y cada uno de nosotros juramos y prometemos por el nombre de Dios y de Santa María y por los santos Evangelios y por el significado de la cruz en que corporalmente pusimos nuestras manos derechas ante los escribanos y testigos debajo escritos, que habremos por firme y por estable y por valedero y por rato y grato, ahora y para siempre jamás el dicho trueque y cambio que con vos haremos de los dichos bienes y heredades […][2]AZNAR (1990), p. 95. Adaptado del castellano antiguo por PROYECTO TARHA.

Tras la reunificación del señorío, Fernán Peraza emprendió la conquista de las islas insumisas, pero su primera incursión abiertamente bélica acabó en rotundo fracaso: su hijo Guillén, junto a otros conquistadores, resultó muerto en combate durante el intento de invasión de La Palma. Aunque se desconoce la fecha exacta de este suceso, podemos acotarlo en el tiempo mediante dos documentos públicos:

  1. La licencia real para la permuta de la finca de Huévar, concedida por el rey Juan II de Castilla el 13 de julio de 1447, en la que se da a Guillén Peraza por vivo.[3]AZNAR (1990), pp. 109-110.
  2. La ratificación que hace Fernán Peraza del acuerdo de permuta el 15 de abril de 1448 tras la muerte de su hijo, de quien se presenta como heredero universal.[4]AZNAR (1990), p. 108.

Por tanto, la muerte de Guillén Peraza debió de ocurrir entre el segundo semestre de 1447 y el primer trimestre de 1448. Y aunque diversos testigos concurrentes en la pesquisa de Cabitos dieron fe de este desastre, ninguno precisa detalles al respecto más allá del número de bajas por la parte castellana, unos sesenta individuos.[5]AZNAR (1990), p. 197.

Veamos el relato de esta batalla por la pluma de fray Juan de Abreu Galindo, que es el más detallado con el que contamos:

[…] Guillén Peraza de las Casas, hijo de Fernán Peraza, […] como era mozo, deseando corresponder en sus hechos a sus mayores y se viese rico y poderoso señor de estas islas, partió de Sevilla con tres navíos de armada con doscientos hombres ballesteros: llegó a Lanzarote y Fuerteventura, donde se le juntaron otros trescientos hombres que fueron a La Gomera, y de allí pasó a La Palma, tomando puerto en el término de Tihuya, señorío de Chedey, el cual encomendó la defensa de la tierra a su hermano Chenauco, el cual apellidando la tierra vino en su ayuda y socorro otro palmero valiente dicho Butynymara. Eran capitanes de la armada de Guillén Peraza de las Casas, de la gente de Sevilla, Hernán Martel Peraza, y de la de las islas, Juan de Adal y Luis de Casañas y Mateo Picar. Metiose la tierra adentro. La isla de La Palma es muy alta y áspera de subir y andar, y la gente que llevaba Guillén Peraza de las Casas no usada a semejantes asperezas, y los palmeros diestros y ligeros en ella, poniéndose en los pasos mas ásperos y dificultosos acometieron a los cristianos de tal manera que los desbarataron, y aunque se defendían animosamente los hicieron recoger, y queriendo Guillén Peraza de las Casas hacer rostro le dieron una pedrada y cayó muerto.[6]ABREU (1848), p. 63.

Si de algo sirvió la muerte del joven Peraza fue el legar para la posteridad unas bellísimas endechas –composición luctuosa– que algunos autores consideran como la primera manifestación de la literatura castellana hecha en Canarias, aunque personalmente dudamos de la factura isleña de estos versos, defendida por Abreu Galindo, su primer transmisor,[7]El presunto fraile afirma, de paso, que el cuerpo de Guillén Peraza fue llevado a Lanzarote para su enterramiento, posibilidad bastante dudosa habiendo partido la expedición de conquista desde La Gomera. pues tendemos a pensar que los mismos se compusieron en Sevilla, donde el novel conquistador habría dejado un mayor número de personas que lamentarían su pérdida. Con todo, no podemos ignorar que se trata de un poema capital en la historia antigua del archipiélago, un auténtico lamento-maldición:[8]ABREU (1848), pp. 63-64.

Llorad las damas si Dios os vala
Guillén Peraza quedó en La Palma
La flor marchita de la su cara

No eres palma, eres retama
Eres ciprés de triste rama
Eres desdicha, desdicha mala

Tus campos rompan tristes volcanes
No vean placeres sino pesares
Cubran tus flores los arenales

Guillén Peraza, Guillén Peraza
¿Dó está tu escudo? ¿Dó está tu lanza?
Todo lo acaba la malandanza

Redescubiertas por los  filólogos Marcelino Menéndez Pelayo y Dámaso Alonso a partir de la edición de 1848 de la Historia de fray Juan de Abreu Galindo, las endechas a la muerte de Guillén Peraza han sido objeto de excelentes estudios, entre los que destacamos los de los profesores María Rosa Alonso y Francisco Rico, que mostramos en la sección de referencias. Sin embargo, la datación de las mismas ha sido puesta en cuestión en el presente año por el investigador Ángel Ignacio Eff-Darwich Peña en un interesante artículo titulado Dos apuntes sobre las endechas a la muerte de Guillén Peraza.

En este trabajo se argumenta que, aunque es factible la composición de un canto fúnebre coetáneo al conquistador muerto, las endechas referidas por Abreu Galindo probablemente sean contemporáneas a este autor, ya que no hay constancia de que la palabra y el concepto «volcán» se utilizaran en la antigua lengua castellana, al menos hasta entrado el siglo XVI.

No obstante, en nuestra opinión, es posible que las endechas sean auténticas aunque probablemente sus estrofas sufrieron modificaciones, a lo largo de los años, que las modernizaron, conforme ocurre con numerosas composiciones tradicionales. Por ejemplo, podríamos especular que el verso cuestionado fuese originalmente Tus campos rompan tristes brojales, por abrojales; es decir, campos de abrojos o cardos, una solución figurativamente coherente con las flores que aparecen en el último verso, y que resolvería el extraño calificativo de tristes aplicado a los volcanes, un concepto geológico completamente exótico a ojos de la cultura ibérica. Otro vocablo extraño, esta vez coetáneo, aunque de uso infrecuente en el periodo bajomedieval, es escudo, que pensamos que originalmente podría haber sido adarga, fonéticamente más armónico en la secuencia Peraza, Peraza, adarga, lanza, acaba, malandanza.

En cualquier caso, siendo un referente histórico de la literatura relacionada con el Archipiélago, y aún desconociéndose la melodía de las mismas, estas endechas han sido versionadas en diversos estilos entre los que se incluyen la música de cámara, la música folclórica y el rap. Aquí ofrecemos la interpretación realizada en los años 80 por el cantautor uruguayo Eduardo Darnauchans.

Antonio M. López Alonso

Referencias

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1 comments on “La muerte de Guillén Peraza”

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